PALABRAS
CLAVE léxico --creatividad—trabajo--cooperativo—humor—interdisciplinariedad--
griego clásico—expresión oral y escrita
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No
hace falta corregir exámenes para tener que llevarse las manos a la cabeza ante
la falta de vocabulario o el uso impropio de términos. Los adultos, incluso
formados, también se equivocan. Un diagnóstico docente irreflexivo culpará a
las pantallas, aunque el desaguisado venga de tiempo atrás (que no tiene por
qué ser mejor). Con todo, no hay que renunciar a enseñar léxico, aunque sea
sacándoselo de la manga.
Una
queja recurrente.
Los docentes nos solemos quejar, con
mayor o menor razón, de la falta de vocabulario de nuestros alumnos. No
solo por el uso reiterado de palabras vacías de contenido, tanto a nivel oral
como escrito, sino también porque utilizan palabras cuyo sentido o cuya forma
están modificadas, con lo que en ocasiones se consigue un efecto cómico no
deseado. Por ejemplo, leí una vez en un examen que “X tenía un problema extraurinario”
(por extraordinario). Y seguro que a lo largo de nuestra trayectoria
profesional todos podríamos aportar muestras de desajustes similares.
Estas deficiencias relativas a las
palabras,
unidades básicas para la construcción del discurso, afectan también a personajes públicos de todos los
ámbitos e incluso a colectivos profesionales a los que se les presupone una
cierta formación. Sin ir más lejos, hará unos meses oí en las noticias
que “Z había sido condenado por alegoría del terrorismo”. El buen uso
del idioma recomienda apología a todas luces.
Estas
prácticas no son patrimonio específico del momento actual. Bastará recordar los
jugosísimos dardos en la palabra de Lázaro Carreter (ver la referencia
bibliográfica), en que el bueno de don Fernando disertaba con indudable acierto
y también con algo de socarronería a propósito de reiterados errores léxicos (y
también morfosintácticos) evidentes en los medios de comunicación. ¡Y todo ello,
que conste, ya antes de la irrupción de Internet!
Por si
fuera poco, no resuelve nada apelar a la mítica bajada de nivel (sic)
que claman algunos agoreros dentro del ámbito de la educación, y ni siquiera
tampoco al uso (tal vez abuso) manifiesto de las pantallas por parte del
alumnado. Quizá el origen
de determinada tipología de gazapos léxicos debería rastrearse tiempo atrás[i],
y culmina en la actualidad con el descrédito de las Humanidades en general y de
las lenguas clásicas en particular.
Volver
a la raíz puede convertirte en radical.
A
grandes rasgos, el léxico del español es fundamentalmente latino, sin
menoscabo, además, de una fuente inagotable de términos de origen griego
clásico. Algunos de ellos están más que consolidados, como por ejemplo los relativos
a las disciplinas académicas: biología, filosofía, economía…. Otros, sin
embargo, especialmente dentro del ámbito de la salud, siguen irrumpiendo, o
podrían hacerlo sin límite aparente, a partir de un inventario cerrado de
raíces y de sus combinaciones: osteoporosis, laringectomía, hematemesis…
Nuestra pretensión,
llevada a cabo en la práctica en 3º de la ESO, era dar a conocer algunas de estas raíces léxicas y
combinarlas teniendo en cuenta determinados requisitos, a fin de crear términos
inexistentes (pero plausibles y por lo tanto posibles) y describirlos.
Además, que en la medida de lo posible, la actividad fuese ágil, productiva y
provechosa.
Paso a
paso.
Para marcar
la diferencia y con ánimo de llamar la atención, después de enunciar el
producto que esperábamos obtener al final del proceso, dedicamos unos minutos a
aprender el alfabeto griego (mayúsculas). No únicamente el trazo, sino también
a leerlo (a partir de nombres de disciplinas, como la FILOSWFIA, filosofía,
para acabar escribiendo el propio nombre PEDRO RODRIGHQ
LARA, Pedro
Rodríguez Lara).
Un
vídeo ilustrativo del YouTube (cualquier tutorial breve para aprender a trazar
los signos griegos sirve), rotuladores de colores y disponer al alumnado por
parejas marcan el camino.
Un indicador de la buena acogida de la
propuesta podría ser apreciar que haya habido quien escriba obscenidades en la
pizarra usando el alfabeto recién aprendido.
El
siguiente paso implica completar, con mayor o menor ayuda, una ficha de trabajo
en la que hay prefijos (POLU, poli-),
partes del cuerpo (DAKTULOS, dactylos) y
sufijos (PAQEIA, -patheia). De
manera espontánea, las parejas iniciales se amplían a cuartetos.
Una vez realizada la puesta en común se
detalla el cometido de los equipos:
1. Creación
conjunta de varias afecciones leves, resultado de combinar los elementos
léxicos proporcionados. La polidactilopatía, creada a través de combinar las
raíces léxicas anteriores es una afección de escasa gravedad, inexistente (que
se sepa), pero que encaja perfectamente con el genio de la lengua. Ejemplos
creados por los alumnos: megalopodopatía, polimicrodentalgia, dihipootopatía, hipermonobraquialgia…
Si Hipócrates, padre de la medicina occidental, levantara
la cabeza…
¡sabría de qué estamos hablando!
2. Elegir la que crean que tenga un mayor
recorrido para redactar un (hipotético) miniartículo a presentar en un (también
hipotético) congreso médico, cuya temática es “Afecciones leves y desconocidas
y sus correspondientes terapias”. El trabajo debe contar con una
ilustración, una descripción y una sintomatología sucintas y unas pautas
terapéuticas ad hoc. Como hay que predicar con el ejemplo, el profesor
se agenció una bata blanca y una identificación sanitaria de juguete y explicó
en la sesión previa del Congreso de 3º de la ESO todo lo que había
investigado sobre la hiperpolidactiloonfalagia.
Que para los profanos no es más que un dolor molesto, resultante de rascarse el
ombligo a menudo con todos los dedos. La creatividad y el humor no solo
están bienvenidos, sino que son un valor añadido extra.
Es dudoso que, pese a la adhesión evidente del alumnado, la
actividad diese paso a alguna vocación médica latente
3. El formato de presentación es
obligatoriamente un vídeo que no dure más de 90 segundos.
Provisto de contenidos audiovisuales, con la presencia ante cámara (o no) de
los investigadores/as, el trabajo, habiendo cumplido los requisitos, será
sometido al criterio riguroso del comité médico congresual (es decir: el resto
de equipos de trabajo). El profesor-organizador les habrá proporcionado una
rúbrica de coavaluación a tal efecto.
Efectos
secundarios.
Salirse
de la interacción habitual en el aula suele desencadenar un cierto entusiasmo
inicial. Para mantener la implicación, añadimos contenidos diferentes (el
alfabeto griego, la mayoría de las raíces léxicas de partida) e igual de
desconocidos a todo el grupo, así como la inventiva (crear la afección, el
origen y la terapia), que suele tener como correlato el sentido del humor.
El remate para que la tensión positiva
sea máxima es que la evaluación dependa, en parte, del criterio fundamentado de
los iguales al mostrar en público un producto audiovisual.
Conocer
una treintena de términos griegos clásicos da, literalmente, mucho juego.
Llegado el momento, es más fácil entender el mecanismo de formación y el
sentido de términos que van más allá y que no tienen nada que ver con el área
de Lengua: agorafobia, dermatólogo, heterogéneo, pediatra…
Así,
tal vez, con el tiempo, solo en los chistes un melómano será un amante de
determinada fruta veraniega.
Bibliografía.
LÁZARO
CARRETER, Fernando: El dardo en la palabra. Galaxia Gutenberg. Círculo
de Lectores: Barcelona, 1997.
RIPOLL
MIRALDA, Jaume: Grec mèdic: guia per identificar termes. Publicacions de
l’Abadia de Montserrat: Barcelona, 2018.
Webgrafía.
https://padlet.com/joan_bustos/cmzjoipnwy1r Materiales utilizados en el aula y en
varias jornadas de didáctica de la lengua (en catalán)
[i] Según
refiere la anécdota, en pleno franquismo, mientras se discutía la necesidad de
una reforma educativa que hiciese desaparecer el latín de la enseñanza, un
ministro preguntaba retóricamente “¿Para qué sirve hoy en día el latín?”. La
respuesta de un catedrático de dicha lengua fue: "Por de pronto, señor
ministro, para que a Su Señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no
otra cosa." La cursiva es nuestra.
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